Walter Russell

Una fuente diferente
¿Estamos realmente vivos?
Extractos del 5. Discurso del “Mensaje de la ILIADA DIVINA de Walter Russell
Hay mucha confusión sobre la vida. En el caso de los seres vivos pensamos generalmente que el latido del corazón pulsante es el principio de la vida y por eso decimos que un cuerpo está vivo cuando su corazón late y que muere cuando el corazón deja de latir.
El hecho es, que un cuerpo ni vive ni muere. Un cuerpo expresa la vida, pero la expresión de la vida, no es la vida misma. La vida se encuentra en la única luz silenciosa e inmóvil del Creador Mismo y se expresa en el cuerpo como una extensión de la vida como se demuestra en la naturaleza.
Solo el Creador vive como el Único Ser Universal. El Creador es fuerza y luz, la fuerza del amor y la luz silenciosa de todo conocimiento. Creación es la sabiduría de Dios, expresado a través de Su pensar.
Por lo tanto, todo el universo creativo no es nada más que un registro eléctrico pulsante del pensamiento de Dios, expresado a través de ondas eléctricas en movimiento. El cuerpo del hombre, por lo tanto, no es nada más que una serie de estados de movimiento, que registran la idea del hombre como parte de la idea de la creación completa. Las ondas de movimiento no pueden saber nada, no pueden vivir ni morir.
Ondas son partes del universo eléctrico, que manifiesta las ideas de Dios, en las formas de esas ideas, pero el cuerpo mismo, que está expresado así, no es la idea. La idea no se puede crear, ella pertenece eternamente en la mente del Creador.
Esto nos lleva inevitablemente a la conclusión que el cuerpo no es la persona o la conciencia del yo del hombre. La conciencia del yo es la chispa divina en cada hombre. Dios es el “Único Ser Universal”, solo el “Un Solo Ser” existe, es perfecto, es eterno e inmortal. El cuerpo humano se repite para siempre. Aparece, desaparece y aparece en ciclos una y otra vez, al igual que todo lo demás en la naturaleza aparece en ciclos, desaparece y aparece una y otra vez de nuevo. Los ciclos de la aparición y desaparición del hombre lo llamamos vida y muerte, pero un cuerpo no puede morir porque nunca ha vivido.
No hay muerte en todo el universo. Solo hay una repetición constante de los ciclos de renacimiento en sus dos expresiones opuestas, que llamamos vida y muerte, pero en realidad ambos son uno.
Es esta suposición, la que hace que el ser humano piense, que la persona es el cuerpo, y el cuerpo vive y muere, que los cuerpos son realidades cuando en verdad toda la realidad está en la mente, que forma el centro, del verdadero ser humano. Ese núcleo de identidad a través del cual cada individuo se reconoce a sí mismo como “yo”. Este “yo” no está en el cuerpo. Nunca puede desaparecer. El “yo” es eterno, es inmortal.
Los cuerpos de todas las cosas creativas no son más que el pensamiento-mental, que expresa el saber-mental. No es lógico concebir un producto producido eléctricamente como vivo o moribundo. Un cuerpo humano también es un producto de pensamiento de Dios, al igual que el automóvil es un producto del pensamiento humano. No entendemos el automóvil como “vida”, aunque expresa fuerza y movimiento y lleva por dentro el latido del corazón de la corriente eléctrica que lo activa. Sabemos que la inteligencia, que manifiesta la vida, la fuerza y movimiento en este automóvil se encuentra en la inteligencia que lo conduce, y no en el propio automóvil.
Cuanto antes podamos reconocer que nuestros cuerpos son máquinas que obedecen a la voluntad de la inteligencia que los impulsa, como todas las demás máquinas del hombre, más consideraremos la inteligencia central de los humanos como realidad. Tenemos que darnos cuenta un día que el cuerpo solo es un instrumento que se usa a intervalos regulares y necesita ser reemplazado, al igual que los automóviles están sujetos a desgaste y deben ser reemplazados.
Lo que hemos dicho sobre el principio de la vida también se aplica al poder y al saber. Pensamos que fuerza y conocimiento son cualidades que pertenecen a nuestro cuerpo. Pero el poder y el saber, el amor y la sabiduría, la luz y la verdad, la fuerza y la voluntad son cualidades mentales, que solo se pueden encontrar en Dios, forman la “Naturaleza Mental Divina”, el “Todo En Uno”. Nuestro cuerpo no sabe nada y no tiene la fuerza para mover ni un solo dedo. Esta fuerza y este saber tiene que obtener a través de los cables eléctricos de luz de las ondas de luz en movimiento que forman nuestro cuerpo.
Las olas del agua emanan del mar en calma. Las olas manifiestan el poder del mar, pero esta fuerza no se encuentra en las olas, sino en el mar latente mismo. Esta fuerza se encuentra en el mar, ya sea que se manifiesta por las olas o no.
Del mismo modo, son nuestros cuerpos ondas de luz en movimiento que emanan de la calma de luz única, en la que está todo poder, todo saber y todo el presente. Por lo tanto, el poder y el saber solo se manifiestan en las ondas de luz en movimiento que forman nuestros cuerpos, pero no tienen poder ni saber, al igual que no tienen ni vida ni muerte.
Creer que somos nuestros cuerpos también nos lleva a creer que nuestros cuerpos están pensando y que nuestro cerebro está haciendo este pensamiento. Esto también es un error. Nuestro cerebro solo es un archivo eléctrico de los recuerdos almacenados que se almacenan en el como resultado de las experiencias de nuestras percepciones sensoriales. También es el centro nervioso de todas las partes del cuerpo, al igual que un panel de control es el centro nervioso para muchas extensiones. Sin este panel de control, las partes distantes del cuerpo no podrían informar al resto del cuerpo de su estado, y ninguna parte del cuerpo podría expresar la voluntad de la inteligencia centrada en el a través de la acción.
Sin embargo, la voluntad de actuar no reside en el cuerpo. Una vez más, es la inteligencia central la que opere el cuerpo; y esta inteligencia central es la chispa divina dentro de la conciencia del yo, que es el hombre. La voluntad de actuar reside en la persona, el ser, que es el ser humano. La voluntad de actuar no está en el cuerpo.